Derechos humanos y democracia: ¿una relación en dificultades?

by Dr. Andrew Fagan, Senior lecturer, University of Essex Law School By invitation, Democracy, Thematic human rights issues

El seminario web Right On del último miércoles consistió en un análisis de expertos sobre la democracia y el Estado de Derecho en el contexto de la pandemia de COVID-19. Hacia el final de una discusión muy atractiva, se invitó a la audiencia a participar en una encuesta. Introducida como una pregunta del “abogado del diablo”, se les preguntó: ¿son los regímenes autoritarios o democráticos los que están en mejores condiciones para responder a la pandemia? Dado que se hizo la pregunta en lo que se puede suponer razonablemente que es una audiencia global simpática a los derechos humanos, uno puede ser perdonado por suponer que la respuesta sería tan unilateral y obvia como preguntar a un restaurante lleno de vegetarianos si quisieran carne asada o hamburguesas de tofu para el almuerzo.

De la muestra de 120 (más o menos) personas, la respuesta sorprendente y que ha motivado la escritura de este texto fue un empate técnico: 50/50. Para la sorpresa obvia de algunos de los contribuyentes y el coanfitrión que presentó la encuesta, mitad de la audiencia parecía estar expresando un nivel de apoyo o al menos confianza en el mismo “demonio” que gran parte de la comunidad de derechos humanos global ha estado condenando en las últimas semanas: los enfoques cada vez más autoritarios adoptados por un número creciente de Estados democráticos en su respuesta a la pandemia.

¿Esto significa que derechos humanos y democracia es una relación en dificultades?

Uno podría responder de inmediato a mi pregunta señalando una serie de factores importantes, que buscan restaurar la fe en la interdependencia y compatibilidad mutua de los derechos humanos y la democracia. Seamos claros, no se preguntó a la audiencia si de manera general preferían el gobierno autoritario a la gobernanza democrática. Tampoco la respuesta que dieron la mitad de ellos (dependiendo de cómo se entienda el “autoritario”) es manifiestamente en desacuerdo con un enfoque basado en los derechos humanos para una crisis de salud pública global. Sospecho que la gran mayoría de las personas que apoyan los derechos humanos aceptarían el principio de que hay que alcanzar equilibrios difíciles entre derechos aparentemente en competición en tiempos de crisis aguda y emergencia. Como muchos lectores sabrán, las emergencias de salud pública son precisamente uno de los motivos específicos sobre los cuales los Estados pueden promulgar legítimamente legislación de emergencia y suspender o limitar temporalmente sus compromisos y obligaciones de derechos humanos legalmente derogables, mismo que las prácticas actuales de implementación de medidas de emergencia de muchos Estados no cumplan de manera procesal o sustantiva con el derecho internacional. A pesar de estas importantes consideraciones, personalmente creo que la inquietud discernible causada por la encuesta no puede ser tan fácil de mitigar o descartar.

Dentro de los círculos de derechos humanos en general, la creencia en la interdependencia y la compatibilidad mutua de los derechos humanos y la democracia ha sido en gran medida incuestionable y se basa en una serie de afirmaciones y fenómenos familiares. Estos incluyen la interdependencia esencial de muchos derechos civiles y políticos, en particular, y cualquier sistema democrático reconocible. También es común afirmar que las democracias liberales se caracterizan como tal por su declarado apoyo a los derechos humanos. Otros citarán el ejemplo de muchas campañas de derechos humanos que se han emprendido con éxito en apoyo a las luchas de los pueblos oprimidos para asegurar los beneficios de la democracia. Finalmente, existe un extenso cuerpo de normas jurídicamente vinculantes y no vinculantes, declaraciones de la ONU y comentarios generales de Órganos de Tratados, que afirman con confianza la interdependencia de los derechos humanos y la democracia. Dado todo esto, es fácil entender por qué tan pocos han cuestionado la salud de la relación entre los derechos humanos y la democracia en los últimos años. Sin embargo, y no me disculpo por hacerlo ahora, creo que hay una gran necesidad de que la comunidad de derechos humanos haga exactamente eso, y que parte de esa necesidad se reveló por el resultado de la encuesta del seminario web y la reacción que provocó.

Para no ser acusado de tratar de construir una montaña de ansiedad intelectual y moral a partir de un grano de arena de un breve momento de un simple seminario web, remitiré brevemente el lector escéptico a una muestra selecta de problemas y desafíos que la comunidad de derechos humanos enfrenta actualmente, algunos de los cuales son anteriores a la pandemia.

Como se demostró en el primer seminario web de RightOn, transmitido a principios de abril, los expertos en derechos humanos, incluyéndome a mí, tienen diferentes puntos de vista sobre dónde se pueden ubicar los límites de la libertad de expresión legítima frente a la pandemia. Está lejos de ser claro qué un compromiso de apoyo mutuo con los derechos humanos y la democracia nos exige en ese caso. Considere también el creciente número de protestas en Estados Unidos y Europa contra las medidas de bloqueo de los Estados. ¿Son estas expresiones de la oposición de algunas personas a lo que perciben como un poder estatal excesivo democráticamente legítimas, o acciones peligrosamente egoístas e irresponsables de grupos de personas que se niegan a reconocer los deberes que las emergencias de salud pública implican? ¿Se puede responder esta pregunta sin tomar partido a favor de los derechos humanos o la democracia? Mirando hacia atrás antes del inicio de la pandemia, ¿cómo debería la comunidad de derechos humanos responder de manera más efectiva al llamado desafío “populista“, en el que un número creciente de votantes en las democracias establecidas se ha vuelto contra las normas y compromisos democráticos liberales? ¿Deberíamos simplemente descartar tales manifestaciones de preferencias políticas e ideológicas como manifiestamente ilegítimas, como han defendido algunos prominentes defensores de los derechos humanos? Si lo hacemos, ¿cómo podemos hacerlo sin sucumbir a la acusación de que estamos (antidemocráticamente) tratando de imponer nuestros propios ideales, cada vez más impopulares y parciales, a un número creciente de votantes que se oponen a nosotros? ¿Cuándo entra el derecho humano de un pueblo a la autodeterminación en un conflicto irreconciliable con la comprensión de los derechos humanos que prevalece en la democracia?

COVID-19 plantea una amplia gama de preguntas para la comunidad de derechos humanos. Hay una necesidad urgente de proporcionar respuestas a estas preguntas. Sin embargo, antes de apresurarnos a hacerlo, primero debemos considerar si las respuestas que ofrecemos a los muchos desafíos que enfrentamos son sólidas y seguras. Espero que esta breve intervención aliente a algunos de ustedes a revisar lo que muchos defensores de los derechos humanos asumieron que era un aspecto relativamente estable y sin problemas de la teoría y la práctica de los derechos humanos. ¿En qué debería basarse y en qué consiste la relación entre los derechos humanos y la democracia? Discútelo.


Dr. Andrew Fagan is the Director of the Human Rights Centre of the University of Essex,

Share this Post